Cómo evitar a las personas tóxicas que te complican la vida
Celosos, paranoicos, infantiles, egoístas y, en definitiva, asfixiantes. Las denominadas personalidades tóxicas son muchas y variadas, pero todas coinciden en que no aportan nada positivo a una relación, ya sea sentimental, de amistad, laboral o, incluso, familiar.
Más bien, destruyen cualquier intento de crear vínculos sanos y mínimamente cordiales. Suelen traer consigo los malos rollos, todo les molesta, terminan por absorberte psíquicamente porque te requieren sólo para ellos, vacían tu cartera, no paran de pedir y, principalmente, te manipulan.
Lo más peligroso de estas personas, es que nos roban la energía y apenas nos dejan respirar sin que ni siquiera nos demos cuenta.
Y es que son expertos en entablar relaciones híper-absorbentes, así como maestros del arte de intoxicar, como su propio nombre indica. No es fácil identificarlos a primera vista, y muchas veces no reparamos en su personalidad hasta que comprobamos que después de estar con ellos siempre se repiten las mismas sensaciones negativas: agotamiento, frustración, estrés o alivio por estar solos.
En muchas ocasiones, somos nosotros mismos los que nos engañamos, negando que sean ‘vampiros emocionales’,porque se trata de nuestra pareja, de un familiar o un amigo. “Puede ser mi culpa”, “con el tiempo cambiará” o “quizás le doy demasiada importancia a sus defectos”, son pensamientos que no hacen más que prolongar una relación insana. Tanto, como para que los demás te pierdan también el respeto, se aprovechen de ti y abusen de tu confianza.
Aquí te enseñamos cómo reconocerlos:
1. Los “amigos” tóxicos tienen una gran capacidad psicológica, adivinan los temores y fantasmas de sus presas, para saber cómo seducirlas y convertirlas en sus víctimas. Primero nos hacen creer que con ellos todo es posible, para luego manipularnos a su antojo. Como buenos manipuladores que son, saben adaptar su comportamiento, pero también sus principios y valores, en función de sus víctimas.
2. Saben darle la vuelta a una situación con mucha habilidad, llegando a presentarse como víctimas cuando en realidad son verdugos. Se trata de una falsa victimización, con el objetivo de seducir y limpiar el terreno para servirse de los demás cuando lo necesiten.
3. Son expertos en deformar la realidad mediante las mentiras parciales y el juego del doble lenguaje, puesto que controlar el discurso es una forma de controlar el pensamiento. Pueden mezclar insultos y halagos amables en la misma frase sin apenas inmutarse.
4. Son como vampiros que no respetan la autonomía de los demás y les imponen sus propios criterios. Si al estar con ellos nos sentimos cansados mentalmente, entonces es una señal de que estamos siendo intoxicados.
5. No tienen principios o estos varían en función de sus objetivos o contexto, y tratan de que los demás se alejen de su particular escala de valores.
6. Son impermeables a la culpabilidad y logran que seamos nosotros quienes nos sintamos mal. En cambio, ellos se sienten mejor cuando tú quedas de algún modo por debajo de ellos, lo cual revela una miseria o pobreza interior en estas personas, al tener que rebajar a los demás para ellas sentirse superiores.
7. Son excelentes estrategas, pacientes y constantes hasta que consiguen sus objetivos, pero poco creativos y mediocres en muchos sentidos (envidiando con frecuencia a quienes sí son creativos, brillantes o nobles).
8. Les gusta sembrar la duda sobre las cualidades y las competencias de los demás, para descalificarlos y eliminar su autoestima. La maledicencia y el “malmeter” (o crear “cizaña”) son prácticas de lo más usuales en ellos, así como el “hacer leña del árbol caído”.
9. Esconden una incoherencia entre su discurso y su comportamiento: por un lado se llena la boca con propuestas altruistas, mientras que luego actúan sólo en base a su interés personal.
10. Los tabúes morales no existen para los “buenos intoxicadores”, puesto que conciben a los demás no como una persona digna de respeto o compasión, sino sólo como un objeto más o menos útil para el cumplimiento de sus objetivos particulares y egoístas.
Aunque estas personas pueden en algún momento de nuestra vida ser o haber sido nuestros amigos o parientes, podrían perfectamente actuar o estar actuando como acosadores –o formar parte de la camarilla de uno de ellos- en el ámbito laboral, académico, etc.
En cualquier caso, la lucidez, consciencia, serenidad y asertividad –que nos permiten resueltamente marcar límites al intruso, cortar con él y salvaguardar nuestra integridad-, son factores que constituyen auténticos repelentes para estos parásitos emocionales, quienes terminan alejándose (o siendo alejados) de personas de las que ya les resulta impracticable abusar o aprovecharse de alguna manera.
Equipo Maché Blog
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