Y si no existiesen los problemas?

Y si no existiesen los problemas?

by in Artículos, Bienestar, Potencial humano, Psicología 09/04/2017

Al tomar las riendas de nuestra salud emocional, empezamos a desarrollar una mirada más sabia para extraer el aprendizaje oculto de la adversidad que forma parte de nuestro día a día.

Para saber si seguimos anclados en el victimismo o, por el contrario, estamos entrenando el músculo de la responsabilidad, basta con verificar cómo estamos mirando e interpretando nuestras circunstancias: como «problemas» o como «oportunidades». El hecho de que percibamos la realidad de una manera u otra es determinante para comprender por qué nuestras vidas son como son, y por qué a nivel emocional estamos obteniendo unos determinados resultados.

Frente a esta dicotomía, es interesante señalar que un «problema» es «cualquier cosa, situación o persona que provoca que nos perturbemos a nosotros mismos». Imaginemos por un momento que nuestra pareja se ha vuelto adicta al tabaco. Por más que sea un hábito que daña gravemente a la salud, fumar no es bueno ni malo. Como toda acción, tiene consecuencias. De ahí que estos juicios morales dependan de nuestra forma de verlo e interpretarlo. Así, en función de qué opinión tengamos acerca del tabaco –y de cómo éste nos haga sentir– o sea, de nuestra percepción, puede que consideremos este hecho como un problema.

Curiosamente, hay quienes ven esta situación con otros ojos y no se molestan ni se enfadan cuando ven a su pareja encender un cigarrillo. Simplemente aceptan y respetan la decisión tomada por su compañero sentimental. Así, el verdadero problema jamás se encuentra en nuestras circunstancias, sino en nuestra mente, que es la que crea nuestra realidad No en vano, la raíz de nuestras problemas reside en nuestros pensamientos. Y estos, en nuestras creencias limitadoras y erróneas acerca de cómo deberían de ser las cosas.

Cada vez que nos topemos con un problema, podemos empezar a verlo como lo que en realidad es: una «oportunidad de aprendizaje». Lo cierto es que este enfoque más constructivo nos permite cuestionar las limitaciones internas que nos llevan a interpretar lo que sucede de forma subjetiva y egocéntrica. Así, la próxima vez que veamos a nuestra pareja fumar –por seguir con este ejemplo– tendremos claro que no es el tabaco, sino nuestra manera de interpretarlo, la causa de nuestro malestar.

Así es como tarde o temprano verificamos que en realidad no hay «problemas». Lo que sí existen son los «procesos». Es decir, que todo lo que forma parte de la vida –incluyéndonos a nosotros mismos– está en su propio proceso de desarrollo y evolución. El problema lo creamos en nuestra mente cuando luchamos y entramos en conflicto con personas y situaciones con las que no estamos de acuerdo. En este sentido, el hecho de que nos perturbe que nuestra pareja fume es nuestro problema. De ahí que verla fumar sea una oportunidad de aprendizaje para crecer y madurar como seres humanos.

Además, esta revelación nos hará comprender que no se trata de cambiar lo externo (el hecho), sino de modificar lo interno (la manera de “mirar”). Es decir, nuestra actitud frente al hecho. En vez de criticar a nuestra pareja para que haga lo que nosotros consideramos que debe de hacer, podemos aprovechar esta situación para aprender a cultivar nuestra felicidad (por medio de la responsabilidad); a preservar nuestra paz interior (por medio de la aceptación) y a dar lo mejor de nosotros mismos por medio del servicio.

No en vano, si adoptamos una postura intolerante y rígida –basada en el juicio y la reprimenda– lo más probable es que obtengamos un resultado ineficiente. Dado que no la estamos aceptando, nuestra pareja seguramente se moleste o comience a fumar a escondidas. En cambio, partiendo de la premisa de que tiene derecho a fumar –lo cual no quiere decir que nos guste que lo haga, que estemos de acuerdo ni que la apoyemos–, lo más eficaz es tomar una actitud respetuosa. Y en paralelo, darle libertad y confiar en ella para que decida por sí misma que es lo que en esos momentos de su vida más le conviene. Además, ¿quiénes somos nosotros para juzgar o determinar lo que otro ser humano debe o no hacer con su vida?

Tenemos que esforzarnos en ver la realidad como es, y no como nos gustaría que fuese. Así es como poco a poco dejamos de etiquetar las cosas como blancas o negras, y empezamos a mirarlas con más objetividad y neutralidad, percibiendo la infinidad de matices grises que existen entre uno y otro extremo.

En este sentido, que nuestra pareja fume no es un problema. Es un proceso. Que nos despidan del trabajo tampoco es un problema. Es un proceso. Y lo mismo ocurre si nos deja nuestra pareja. Ni siquiera el hecho de que muera un ser querido es un problema. Por más que nos victimicemos, y suframos al afrontar este tipo de situaciones, ninguna de ellas es un problema. Todas son procesos. Y estos no tienen solución, sino un comienzo y un final.

Y además, ¿qué sabemos acerca de las cosas que nos pasan? Lo que hoy determinamos que es malo mañana puede convertirse en algo bueno. Y viceversa: lo que hoy valoramos como bueno mañana puede derivar en algo malo. Quizás nuestra pareja ha de fumar para comprobar por sí misma que el tabaco resulta perjudicial para la salud. Y en base a esta comprensión decidir dejarlo, entrenando así la fuerza de voluntad. Quizás hemos de pasar por la experiencia del paro para reflexionar acerca del rumbo que había tomado nuestra vida. Quizás hemos de vivir una ruptura sentimental para darnos cuenta de que somos excesivamente dependientes. Y por consiguiente, aprender a amarnos más a nosotros mismos para ser más libres e independientes emocionalmente.

Por más doloroso que nos resulte, quizás la muerte de un ser muy querido nos hace despertar, llevándonos a valorar más intensamente la vida y todo lo que en ella acontece. No en vano, hasta que no nos sucede alguna experiencia verdaderamente adversa y desfavorable, en general no solemos abandonar nuestra zona de confort. De ahí que haya seres humanos que –al haberse responsabilizado en descubrir el aprendizaje oculto e inherente a cualquier experiencia– miren hacia atrás y sólo tengan palabras y sentimientos de agradecimiento. Porque quién sabe, quizás han sido precisamente estas situaciones complicadas y desfavorables las que nos han llevado a adentrarnos en un proceso existencial que nos ha permitido convertirnos en quienes estábamos destinados a ser.

Borja Vilaseca – El País

Adaptación Equipo Maché Blog

 

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