No discutas nunca

No discutas nunca

by in Uncategorized 20/07/2023

Los seres humanos tenemos tendencia a resolver nuestras diferencias
discutiendo, y muchas veces, depende de cómo de inflado esté nuestro ego,
intentando machacar al oponente de forma que nos levantemos de la mesa, la
sala o el lugar donde estemos, como héroes, mientras que la otra persona se
encoge roja de rabia y más enojada aún si cabe por haber perdido la discusión.
Discutimos normalmente por un problema de autoestima, queremos tener la
razón cuando creemos que se nos debe dar, y queremos defendernos de los
ataques que otros puedan hacernos con sus comentarios, preguntas,
insinuaciones o refutaciones de cualquier cosa que hayamos dicho. Pero,
¿realmente vale la pena discutir?
Leía una anécdota en el genial libro de Dale Carnegie “Cómo hacer amigos” en la
que contaba que, en un banquete al cual asistió como invitado, el anfitrión dijo
una frase célebre citando la Biblia como la fuente de la misma. Dale, que sabía
a ciencia cierta que la frase provenía de otro lugar, tuvo la osadía de
contradecir en público al anfitrión de la fiesta. Este, viéndose acorralado y
contradicho, se enzarzó en una discusión con Dale para demostrarle que la
frase provenía de la Biblia como él había dicho. Tras el tira y afloja uno de los
compañeros de Dale le dio una patada por debajo de la pierna y dijo: “no Dale,
nuestro anfitrión tiene razón, esa frase es de la Biblia“.
La discusión terminó aquí, y al salir de la cena Dale le preguntó a su amigo:
“¿Cómo es que has dicho que la frase venía de la Biblia sabiendo perfectamente
que no es así?”. A lo que su amigo le dijo: “mira,  venimos como invitados a una
celebración en la cual has dejado en evidencia al anfitrión delante de todo el
mundo. Si hubieses continuado por tu camino, no solo la cosa hubiera ido a más,
sino que nunca podrías haber roto esa espiral ya que ambos estabais convencidos
de que vuestra fuente era la correcta, y te hubieras ganado la enemistad de una
persona solo por demostrar que sabías más que ella. ¿Vale la pena?”

Y es que en realidad nunca se puede ganar una discusión, porque si ganas
imponiendo tus argumentos a la fuerza, hablando más alto, gritando más o
dando más y más razones por las cuales tu tienes razón de forma que tu
oponente al final no tiene más remedio que morderse la lengua,
probablemente tu saldrás con la cabeza alta y bien descargadito, pero habrás
conseguido humillar a la otra persona, dejarla mal delante del resto de
asistentes y, por supuesto, muy raramente, no habrás conseguido que adopte
tu punto de vista, sino que más bien te habrás ganado su rechazo y rencor por
mucho tiempo. ¿Consideras a esto ganar?


Aceptar errores, desarmar al oponente


Hay formas mucho más sutiles de hacer que la gente te dé la razón sin tener
que herir los sentimientos de nadie. Básicamente se trata de ganar al
oponente a tu forma de pensar o a tus razonamientos. Para ello nada mejor
que desarmarlo desde el principio admitiendo que quizás tiene razón y que
quizás estés tú equivocado, pero que simplemente quieres cerciorarte para
estar seguro y comprobar otras fuentes.
Imagínate cómo hubiera sido la discusión de Dale si le hubiera dicho: “pues es
posible que yo esté equivocado querido amigo, pero me gustaría comprobar la
fuente consultando el libro ya que así aprenderé algo más y sabré que no era
correcto lo que decía.”
Su adversario se hubiera quedado ya de entrada sin un muro enfrente contra
el cual chocar y rebatir, y probablemente hubiera accedido amablemente a
comprobar la Biblia a ver si su frase estaba allí, como él decía. Al ver que no lo
estaba, suponiendo que Dale estuviera en lo cierto, este podría haber dicho
simplemente: “pues miremos entonces en tal otro sitio a ver si es de allí.” Y bueno,
evidentemente la otra persona hubiera “perdido” la discusión, pero sin haber
causado ningún daño emocional ni haber herido ningún sentimiento.
Así que, antes de ponerte a discutir por cualquier cosa, acepta que igual estás
equivocado y desarma a tu oponente, invítale a comprobar tu punto de vista
con hechos, no con gritos. No intentes imponer a nadie una forma de pensar
que sabes que no aceptará cuando se está discutiendo, sea en público o en
privado, pues el ego propio, y la autoestima de las personas, no nos permiten
declararnos como vencidos en tales situaciones. Si quieres ganar todas las
discusiones, simplemente no discutas.

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